En cierta ocasión alguien me dijo que algunas personas prefieren la soledad y consideran que de ella depende la paz de su espíritu; luego me pregunto si el mejor lugar para ello no sería la iglesia.
Le respondí que no.
Mi explicación fue ésta:
Si obras bien, obras bien en dondequiera que estés y en cualquier lugar.
Si obras mal, obras mal dondequiera que estés y en todas partes.
Si aciertas en verdad llevas contigo a Dios y Dios te acompaña en todas partes: en la plaza pública, en la iglesia o en el retiro.
Si tienes verdaderamente a Dios y sólo a Él, nada podrá perturbarte.
Si obras mal, obras mal dondequiera que estés y en todas partes.
Si aciertas en verdad llevas contigo a Dios y Dios te acompaña en todas partes: en la plaza pública, en la iglesia o en el retiro.
Si tienes verdaderamente a Dios y sólo a Él, nada podrá perturbarte.
¿Por qué?
Porque tienes puesta tu mirada en Dios y solo en Él.
Sólo Dios es todo para ti; en cada acción y en cada situación revelas a Dios y todas tus actividades se orientan hacia Él.
Sólo Dios es todo para ti; en cada acción y en cada situación revelas a Dios y todas tus actividades se orientan hacia Él.
De Dios y no a de ti depende el valor de tus obras, pues tu eres simplemente el agente.
Si tu objetivo es Dios y sólo Él, entonces Dios realiza tus obras y nada puede perturbarte, ni la sociedad, ni las situaciones, ni persona alguna; porque no ambicionas, ni buscas, ni deseas nada fuera de Dios, a quien te entregas con exclusividad.
Si tu objetivo es Dios y sólo Él, entonces Dios realiza tus obras y nada puede perturbarte, ni la sociedad, ni las situaciones, ni persona alguna; porque no ambicionas, ni buscas, ni deseas nada fuera de Dios, a quien te entregas con exclusividad.
Y así como la multiplicidad de las cosas no puede distraer a Dios, tampoco a ti, pues estás en Él en quien todas las cosas se unen y logran su perfección.